Aquí estamos, en 2020, y todos dependiendo de la tecnología para comunicarnos, obtener información, divertirnos o integrada en nuestras costumbres rutinarias del día a día, ¿por qué tiene que ser diferente en los centros educativos?

Si de las adversidades se puede sacar algo positivo, este es un buen momento para demostrarlo. Los entornos virtuales han visto aumentado su potencial, estas herramientas TIC llevan años entre nosotros, y conceptos como “aprender en cualquier lugar y a cualquier hora” o “aprender haciendo”, han tenido que implantarse como recursos educativos. Ante esta situación, nos hemos tenido que adaptar de una manera récord.

La pandemia mundial en la que nos encontramos ha cambiado nuestros hábitos y costumbres. La presencialidad, el contacto, los abrazos,… se han sustituido por pantallas. Por eso, hay que enseñar a utilizar bien estos recursos. El uso, y no el abuso, de la tecnología es un factor muy positivo en la Educación.

En la actualidad, cada vez más docentes utilizan dispositivos digitales y herramientas TIC y ven el uso de la tecnología como una ventaja para mejorar la enseñanza en los alumnos. Uno de los errores más comunes sobre las nuevas tecnologías, es creer que tienes que saber una gran cantidad de cosas antes de hacer nada. No tienes que ser un genio para aprender un programa o una aplicación. ¿Necesitas ser un genio para leer? ¿Necesitas ser un genio para aprender matemáticas? No. Pero a veces, la falta de formación, el mal uso o el desinterés, hace que se le dé la espalda a estos recursos.

Estos dispositivos y herramientas digitales deben ir acompañados de una buena metodología en el aula. Debemos saber cuándo, para qué y por qué los utilizamos; si no, se difuminan los beneficios que esperamos de ellos.

Innovar, renovar, cambiar… o no tanto. La tecnología es una realidad y un reto para todos aquellos intrépidos que lo acepten.

“La tecnología por sí sola no basta. También tenemos que poner el corazón” (Janes Goodall)