La adquisición de la lectoescritura no sólo depende de cuánto lean o escriban los estudiantes, también influyen otros procesos madurativos que suceden a nivel cerebral en las primeras etapas del desarrollo, como la mielinización o el aumento de conexiones sinápticas, por lo que cada persona tiene su propia evolución.

Es por ello que debemos servirnos de juegos y de las emociones que estos despiertan en los alumnos para mejorar los prerrequisitos lectores y poner a los niños en las mejores circunstancias para adquirir habilidades lectoras como el barrido lector, o asimilar la correspondencia grafema-fonema.

Merece la pena separarse momentáneamente de la pizarra y el lápiz para salir al patio, un entorno que propicia el juego y convertirlo en nuestro aula, realizando dinámicas que trabajan la atención, la memoria, la decodificación y el pensamiento lógico.

No es preciso hacer un despliegue enorme de materiales, tal y como se aprecia en la foto, “la red de palabras” puede realizarse con una cuerda elástica, y letras para formar sílabas o palabras. Así podemos crear una sesión motivadora capaz de conectar con todo el alumnado, sin olvidar la correcta desinfección e higienización del material para su futuro uso.

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